Cuando competía en maratones,
deseché los ofrecimientos que me hicieron corredores cualificados o
preparadores para entrenarme, no por soberbia o creer que no los necesitaba,
simplemente porque sabía lo difícil que era para mí someterme a una disciplina
ajena y preferí siempre aprender escuchando sin compromiso y leer las
biografías de grandes corredores o entrenadores. Estaba en tal estado receptivo
que solía anotarme en un cuadernillo lo que observaba y oía en tertulias y conferencias;
después reflexionaba si era de interés para mí, pues consideraba que lo que
podía ser de gran utilidad para otros no tenía por que ser necesario para mí. Yo
acababa de llegar y corría el peligro de caer en manos de quienes ejercían de asesores
técnicos tan solo porque lo decían ellos, sin que nadie les preguntara, y no
hay nada más triste que equivocarse con los errores ajenos. Sabía perfectamente
equivocarme solo.
En poco tiempo reuní una modesta
biblioteca de grandes escritores y revistas especializadas en el correr y
varios cuadernos de anotaciones donde anoté datos de interés. Incluso mandaba
traducir artículos de revistas extranjeras. Me había hecho un buen acopio de
ellas, de tal modo que llegué a la conclusión equivocada de que tenía respuestas
a todas mis preguntas, pues, como dijo Blaise Pascal, “ya se han escrito todas
las buenas máximas. Solo falta ponerlas en práctica”. En un examen habría sacado
buenas notas en teórica del maratón: sabía lo que tenía que hacer, pero no cómo
hacerlo.
Había adquirido cierta cultura
sobre la carrera de maratón y el fenómeno socio deportivo del aerobismo y
aquellos libros, las revistas y los cuadernos ocupaban parte de las estanterías
de mi biblioteca. Poseía varios libros de los grandes gurús del aerobismo en
Estados Unidos. Hubo muchos factores que contribuyeron al crecimiento en la
actividad del correr, pero ninguno tuvo tanta influencia como la obra del
doctor Kennet Cooper, autor de los libros Aerobics,
New Aerobics y Aerobics for Woman. A el se unían George Sheenan, Joe
Henderson, David Costill, T.D. Noakes, Arthur Lydiard o Bill Boverman. Los buenos tiempos comenzaron a
finales de los sesenta; a España llegaron un decenio después. La revista Runner’s World, que fue la que anunció
el fenómeno socio deportivo del aerobismo, a España llegaba casi por encargo y
editada en inglés.
Fue mi buen amigo Frankie
Caballero de Luján el que me dio a conocer a todos esos preclaros personajes,
pues me pasaba, una vez las había leído, los números de Runner’s World con traducciones al castellano de artículos que
consideraba Interesantes, lo que elevó mis conocimientos sobre el apasionante
mundo de las carreras.
Pero yo no estaba tan interesado
en ello como en convertirme en el mejor corredor posible a mi tardía edad. La
casualidad estaba dispuesta a serme propicia; una cosa es predicar y otra dar
trigo. Iba a conocer a una persona decisivo en mi vida de corredor.
ANTONIO POSTIGO
Había ido a Madrid a la Feria del
Deporte en compañía de Alfredo Ibarra para conseguir patrocinadores para
nuestro maratón y allí conocí a Antonio Postigo, un prestigioso entrenador de atletismo,
que intuyó que el recién llegado movimiento del aerobismo en España iba a tener
una trascendencia inmensa en el mundo de las carreras populares, lejos de la creencia
generalizada del atletismo tradicional, que lo tildaba de moda pasajera. Le
enseñé el plan de preparación que yo mismo me había trazado. Antonio sonrió
benévolamente y me dijo: “Corre un diez mil a tope en una pista de atletismo,
te anotas el tiempo y te prepararé un plan, si te parece bien”. A los tres días
tenía en su casa el tiempo solicitado. Aquello fue el comienzo de una gran
amistad que aún perdura y que se verá aumentada por la decisión de Antonio de
trasladarse a vivir al Camp de Túria, donde tenemos previsto escribir
conjuntamente un libro y otros proyectos. No creo necesario resaltar que
Correcaminos preparó sus maratones durante años con los programas de Antonio,
al que siempre consideré mi maestro.
Pero vuelvo al título de esta
columna.
ALGUNAS NORMAS PARA ACOMETER UN MARATÓN CON LA PRETENSIÓN
DE HACER MARCA
1. La hora de correr es
inviolable, como comer, trabajar o dormir.
2. Tener que entrenarse solo no
será motivo para suspender la carrera diaria.
3. Nunca se ha suspendido un
maratón por causa de un meteoro adverso: lluvia, nevada o granizo.
4. No aceptes ofrecimientos para
acompañarte el día de la prueba. El reloj debe ser tu único compañero fiable.
La mejor denominación que se ha dado del maratón es que es una carrera que se
corre en solitario en medio de una multitud.
5. Llega a la salida con tiempo
sobrado, pero busca un lugar apartado para hacer tus estiramientos. Huye de los
hipocondríacos y de los asesores, que lo son solo porque lo dicen ellos. No hay
peor castigo que equivocarse con las ideas ajenas.
6. Evacuación matutina y desayuno
ligero. Recuerda que la comida y la cena del día anterior son las más
importantes para cargar tus músculos de glucógeno.
7. No es cierto que el sexo antes
del maratón perjudique la carrera. Lo que sí lo hace es andar toda la noche en
su busca.
8. Recuerda que el maratón es como
una cuenta corriente de libre disposición que debe tener saldo hasta el
kilómetro 42’195.
9. Cuando lleguen los malos
momentos, aíslate, como si estuvieras solo y canta o recita en silencio
mientras corres el poema que más te haya emocionado en tu vida.
10. No preguntes a ningún corredor
cómo se encuentra ni el tiempo que piensa hacer o si está en forma. Te
contestarán que no están bien para justificar su mala marca. Cuando te lo
pregunten, di que estás fenomenal: los dejarás confusos y dejarán de darte la
vara.
11. Si durante la prueba te
encuentras realmente mal, sé prudente y abandona. Los maratones no se acaban
ese día.
12. Sobre las comidas y dietas
especiales, decía el doctor Sheehan: come lo que siempre te ha sentado bien y
desecha lo que te haya sentado mal. No experimentes ese día con comida ni
bebidas energéticas.
13. Si en la carrera divisas a un
corredor de tu categoría al que siempre has deseado ganar, síguelo a una
distancia prudente, evitando que se dé cuenta. Deja que madure la pájara que
lleva dentro y entonces rebásalo en silencio sin dar muestra de verlo.
14. No hagas un metro de más,
sigue la regla geométrica de que la línea recta es la distancia más corta entre
dos puntos. No traces curvas y procura seguir la línea azul.
15. No alardees de una gran marca
cuando la consigas, porque, como en el oeste, siempre habrá otro más rápido.
Perdónenme que por una vez haya
ejercido de consejero (consejos vendó que para mí no tengo).Nada más lejos de
mi intención. Muchos de estos consejos provienen de los más modestos
corredores. Tengo casi una cincuentena más e incluso un corredor me contó una
forma de hacer una pirula sin ser visto y, aunque no lo hizo, me rogó que no
diera su nombre ni explicara la trampa, algo que cumpliré a buen seguro.
Pero bueno es conocer lo que hacen
esos tramposos, porque, igual que existe el crimen perfecto, existe la pirula
perfecta.
Que pasen buen día.
TONI LASTRA
Rafa Marco Sanchis
ResponderEliminaramén