La columna de Toni Lastra (Cap. XXXIV)
"Nadie debería odiar a nadie"
En las primeras
secuencias de la película Running, el protagonista Michael Andrópolis, corredor
de maratón, en plena preparación matinal, acude a encontrarse como todos los
días, con su pequeña hija que en bicicleta va camino del colegio. Y se
establece más o menos el siguiente dialogo:
- Papá, he sacado un notable en
matemáticas.
- Eso está muy bien -le contesta
Michael.
- Pues mamá dice que debo de sacar
sobresaliente.
Michael que acaba de recibir una
carta del abogado de su mujer solicitando la separación le dice:
- Mamá tiene razón; ella sabe que tú
puedes conseguirlo.
- Pues hay una niña que ha sacado
sobresaliente en todas las asignaturas, pero todos la odian.
- Nadie debería odiar a nadie, sentencia
Michael.
La inminente llegada al colegio pone
fin al diálogo.
Excelente el consejo
de Michael a su hija, no solamente para que guarde una conducta ética, tanto más
como ayuda para la conservación de una apropiada salud mental. Personalmente
creo que esta acertada máxima, debería figurar enmarcada en todos los lugares,
hogares, escuelas, edificios públicos… Cuando comencé a correr me di cuenta de
que tenía que renunciar a muchas pautas y vicios de mi vida anterior. Eliminé
de por vida tabaco, me moderé en la mesa, adopte nuevas dietas y corría casi
todos los días y aprendí a respetar el esfuerzo ajeno; pronto me di cuenta que
debía desterrar de mi alma odios secretos y quebrantos con nadie, pues me
restaban la energía que yo necesitaba
para correr más y mejor.
Parodiando la canción
de Julio Iglesias: “Amigos tuve en la vida que me quisieron, pero también tuve
otros que también me hirieron”. Yo jamás albergue en mi alma un sentimiento tan
fuerte como el del odio hacia nadie, ni el de la envidia, pero estaban en una
clave oculta pasiva en mi cerebro y que no me alentaban a venganza alguna. Pensaba
que ni merecían ocupar mi atención sobre ello, a pesar de que mi padre me solía
decir: “Tonín, el que no te l'ha fet, te la farà”.
Los profesionales de
cualquier deporte reconocen que la primera ley para ellos es la victoria y sus
entrenadores juran por ella. Un famoso entrenador de fútbol americano Vicent
Lombardi decía: “Vencer no es que sea importante, es lo único importante”. Bajo
ese axioma no es de extrañar la dureza y saña con la se emplean algunos. No hay
más que acercarse y ver cómo se han desvirtuado las iniciales premisas de que
el deporte era un juego que fomentaba la salud y la diversión. Pero nosotros no
somos profesionales; está bien ser competitivo, pero todos conocemos y debemos
preservarnos de no cruzar la línea que
transgrede lo legal de lo prohibido. He tenido compañeros de club que jamás
compitieron, teniendo marcas que les hubieran llevado a puestos preferentes y
otros que se marchan cabizbajos y reclaman trofeos injustamente sólo por haber
perdido o sólo por haber sido vencidos por el que menos deseaban y lo que pudo
haber sido una mañana de domingo alegre pasa a ser un calvario, que solo conlleva
rencillas y resquemores, que en el peor de los casos sólo lleva a falsificar
las fichas con fechas de nacimiento falsas o a recortar los recorridos con las
famosas “pirulas”.
Se debería practicar
el deporte de una forma distendida y relajada lo cual influiría en un mejor
rendimiento. Quizás alguno de ustedes recuerde a un jugador de de fútbol chileno que jugó en el Levante
hace años; se llamaba Carlos Humberto Caszely, no era el prototipo del jugador
atlético era más bien gordito, como un budita feliz, pero jamás vi un jugador
con mayor calidad en el regate, que dominaba con una maestría rayana en el virtuosismo,
siempre sonriente, más interesado en disfrutar con su arte que en la propia
consecución del objetivo supremo del gol. Decía él que esos jugadores crispados
y nerviosos por imponerse a base de fuerza, se perdían la satisfacción de
sentirse un artista. Él se consideraba el gerente, el ingeniero del equipo.
Marchó poco tiempo después al Real CD Español.
Harían muy bien los
padres en transmitir a sus hijos deportistas que jugaran de una forma legal,
sin unirse a ese coro vociferante que les dan gritos a los niños con arengas
que inciten a la violencia o al desacato con los jueces del partido.
Perdónenme que me
haya metido en jardines ajenos, pero ahora que veo los partidos de fútbol de
categoría de alevines en los que juega mi nieto, observo el mimetismo que
transmite a los niños el ver tantos partidos en la televisión, lo cual les hace
copiar toda la gestualidad de los profesionales; eso está muy bien. Pero es labor
de padres y entrenadores aconsejarles qué deben copiar y qué no.
Toni Lastra
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