La Columna de Toni Lastra
Cap. XXXII
"A MIS SOLEDADES VOY / A MIS SOLEDADES VENGO"
Ahora que mi vida ha
cambiado radicalmente, ahora que he tomado la decisión irrevocable de continuar
escribiendo, de vivir en soledad, y he podido comprobar como decía Thoreau: “Lo
saludable que es estar solo la mayoría del tiempo”. Me encanta estar solo. “Nunca
he encontrado una compañía que acompañe tanto como la soledad”. La comparto
casi sin reservas. Yo que solía repetir -parece que fue ayer- que si alguien me
abandonaba en una isla desierta, podría volver a la semana y me encontraría
muerto de soledad.
Tenían razón mis
familiares y amigos que me recomendaban regresar a Ítaca y dar por finalizado
mi largo periplo al servicio de su Majestad el Maratón. Ahora desde la
distancia observo, sin responsabilidades, que el mundo gira y gira igual y
comprendo que mi aportación no era necesaria
a esa rotación. Y me imagino a jefes, jefecillos y curritos agobiados y
sin descanso, lanzando paletadas a la caldera para que no pare, no ya movidos
por un ideal, o porque el fin justifique los medios, sino por el incentivo del
dinero, algo incompresible para mí si no se acompaña de algo más que justifique
nuestra felicidad, ya que para comprar lo que necesita el alma no hace falta el
dinero.
Me despierto y como -no
a los horarios convencionales; lo hago a mi libre albedrío- ahora que redacto
estas líneas son las cinco de la mañana. El equinoccio de otoño comenzó a
menguar las luces celestiales y la oscuridad nos acompañará en los meses más
tenebrosos del año. Es una delicia sacar a ventilar los pensamientos y orearlos
en la tersa brisa otoñal y solitario y en silencio ir advirtiendo la sinfonía
de ruidos con la obertura del gallo hiriendo la madrugada, y la del pífano del
mirlo como contrapunto. Poco después llegan las voces de los alboreados corredores
populares que, robándole tiempo al descanso, cumplen con su hora diaria de
carrera. Y luego el horrísono bramar de sirenas y de las máquinas rodantes y
demás artilugios mecánicos que
recuerdan a la tropa que la jornada ha comenzado, y el tajo espera. Más tarde
llegarán los jefes y encargados, que necesitan más descanso, pues pensar debe
agotar mucho.
Y uno no puede dejar de pensar en
los versos de La vida retirada del
gran Fray Luis:
Despiértenme las aves
con su cantar suave no aprendido
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al arbitrio ajeno está atenido.
Entonces me meto en
mi cabaña que, provista de doble acristalamiento, el único lujo que creo
necesario, me protege de los decibelios prohibidos. Me sumerjo en el ordenador
y continúo escribiendo hasta que la luz del mediodía siguiendo las pautas de
los animales reclama mi atención y la del estomago, y doy buena cuenta de una
deliciosa bandeja de frutas, a esa hora que los demás han vuelto al trabajo, o
están tomando una siesta o viendo el telediario, que ha de haber gente para
todo. Pero de repente me regresan del subconsciente las imágenes oníricas del
sueño que me persigue desde que deje de ser corredor…
Siempre quise poseer
la marca de 2h. 45’ y correr el Spartathlon de Atenas a Esparta 250 Km. en 36 horas y abrazar la estatua de
Leónidas por todo premio. Nunca conseguí estas metas, pero la frustración de no
haber podido participar en el Spartathlon aún me persigue en un sueño eterno. Me pierdo por valles y barrancas
sombríos y nunca llego a la meta, oigo el clamor de los espartanos en confuso
vocerío alentando a quienes me adelantaron, y una y otra vez acaba ahí la
ensoñación. Pero esta vez aun siguiendo sin llegar cambiaban las imágenes y
llego a los arrabales de Esparta, y alguien del público me llama la atención y
me señala un cartel de un griego de la época de la heroica defensa del paso de
las Termópilas; desnudo y armado con una espada luchando fieramente contra los
guerreros de Jerjes y al pie del cartel una frase en griego, que alguien me
tradujo a esta frase lapidaria: Combatir es de hombres, vencer es de héroes y,
a continuación el anuncio de un refresco. Algo así como la acertada frase de
Fred Rohe: No le pidas recompensas al correr, correr es la recompensa. Creo que
los dioses del Olimpo la tienen tomada conmigo y se divierten castigándome por
darle más importancia al premio que a la carrera, en una época de mi temprana
vida de corredor, en la que consideraba que vencer no es que fuera importante; era lo único importante. Tenía
el seso obnubilado con la continua lectura de la mitología griega y los héroes
de la Ilíada y de la Odisea, algo así como le pasaba al gran Alonso de Quijano,
con los libros Caballería.
Y ahora varado para
los restos como una vieja barca que no volverá a navegar, no es que me haya
vuelto iconoclasta, todo lo contrario, he ideado una maniobra para salvar los
cien trofeos que gané en mi época de competidor y liberarlos del más que
probable final de un almacén de chatarras. Consiste en despegar de las peanas del
trofeo las etiquetas con los distintivos, y guardarlos en una caja de zapatos y
libres de esta acreditación, los regalo a carreras especiales. Se destinan al
último corredor/a, al más viejo, al que más veces ha participado, o al gusto de
los patrocinadores… Los trofeos se perduran y acaban en manos de corredores,
que no tienen fácil acceso a ellos. El trofeo que tenía cuando conseguí mi
mejor marca en media maratón 1h. 16’ 35” allá por el cuaternario, lo posee
ahora mi viejo camarada Antonio Montañana, ganado en la Pujada a la Montieleta de Benaguasil.
Todos ganan; un
corredor más tiene acceso a un trofeo, yo guardo la etiqueta original, me libro
de limpiar el polvo de los siglos, y el trofeo se libra del desguace.
Suena el despertador,
ahora convertido en avisador de la toma
de pastillas en hilera y yo como Lope: A mis soledades voy/ de mis
soledades vengo.
Pero luego llega la
noche y el jardín y los pasillos de la casa, de sombras queridas que alegraron
mi vida y me retracto de la soledad y a solas vuelvo a mi habitación, solitaria
y fría ausente de amor… Y, es que como a Serrat le pasaba con las musas, las
mujeres ya han pasado de mi, andarán de vacaciones.
Toni Lastra
en la brumosa Langreo hay una persona que no te olvida porque se ve - mas de una vez al día - reflejada en tu espejo
ResponderEliminarJose Luis Espinosa
ResponderEliminarXapo toni!gracies per continuar escriguent.
Francisco Luis Fernandez Montoro
ResponderEliminarToni, es extraordinario, como persona, corredor y gran escritor. Suerte tienen los que lo tiene cerca para conversar con él. Saludos a mis amigos de CORRELIANA.