Sería conveniente, e
incluso imprescindible, que nos pusiéramos rápida y brevemente de acuerdo, ya
que es un tema que se debate desde hace años y la verdad es que no ha tenido una
respuesta conforme. Hay opiniones contradictorias según sean las circunstancias
personales de las parejas que corren unidas.
Al principio, y llamo
principio a los primeros años de la década de los ochenta, los conversos al
aerobismo estaban viviendo con la fe de un novicio su romance con las carreras,
y aceptando con complacencia cuantos sacrificios y renuncias fueran necesarios
en la metamorfosis del ciudadano asténico, en busca de la condición atlética
que se requería para llegar a poder competir en las carreras más exigentes.
Fuera hombre o mujer, la magia de la carrera los tenía cautivados; su autoestima
y confianza estaban por las nubes y los
había convertido en adictos a la carrera diaria, con una pasión por mejorar su
nueva condición, que se había convertido en el primer mandamiento casi religioso de su integración
en el aerobismo.
ALGUNOS EJEMPLOS
Este cambio despertó
la alarma en las parejas no corredoras, que no podían aceptar sin recelo que
ese cambio fuera tan sólo por el correr. Recuerdo que la mujer de un corredor,
vino a verme al Club y se me sinceró; estaba nerviosa y preocupada y me
preguntó: ¿Toni tú sabes (utilizaré el nombre de Sebastián para respetar su
privacidad) si Sebastián tiene algún lío con alguna corredora? No se ve con los
amigos de siempre, vive pendiente de las dietas, la carrera se ha transformado
en algo peor que una amante. Naturalmente le dije que no, que ese cambio de
vida lo habíamos experimentado todos, y no se iba a culpar de todas las
infidelidades a la carrera popular. No se marchó muy convencida.
Un corredor
distinguido del club, tenía tan postergada a su novia por su extremada pasión
por las carreras, que ella le lanzo un ultimátum: El maratón o yo. Él ni lo
pensó; “Me quedo con el maratón”.
LOS EXTRAÑOS CAMINOS DEL AMOR
Y como empezaron a surgir
parejas mixtas ya ganadas para el aerobismo, corredora ella y corredor él como
una posible solución a estos conflictos, fueron muchos y muchas que, como
reclamo, se hicieron corredoras o corredores para facilitar noviazgos con
corredores o corredoras confesos de su adición a las carreras. Incluso en algunos
matrimonios, el cónyuge no corredor abdicó de pleno a su sedentarismo y pasó a
ser un fiel adicto a las carreras. El problema es tan viejo como las carreras;
valga como ejemplo este artículo que les transcribo a continuación que envió
para su publicación una lectora de Runner´s World en el año 1974.
Si ambos miembros de
una pareja son corredores es muy probable que se entiendan entre ellos. ¿Pero
qué pasa cuando una esposa no sabe qué hacer con la obsesión de su marido por
la carrera? Porque entre los competidores existe una identificación por las
mismas cosas. ¿Y qué pasa cuando ella o él no son corredores? Un hombre que ama
el correr, tiene que tener una esposa muy especial para que lo entienda, que
acepte su actividad, que acaba siendo una competencia para ella. Ninguna mujer
puede amar la actividad de su marido corredor, si él la excluye; si la carrera
es la amante de él y le dedica más atención a esa amante que a ella. Correr
puede ser algo hermoso para él, pero para ella puede ser algo irritante y
aburrido y no es mejor cuando llegan las competiciones de los domingos, que les
toca ir de esquina a esquina para verlos y luego llevarles a la meta ropa seca
junto con las otras “viudas” de corredores, mientras ellos se eternizan en
interminables conversaciones sobre las vicisitudes de las carreras, sin
prestarles la menor atención. Están tan absortos en sus comentarios, que si a
una dama le diera por desnudarse y atravesar la calzada corriendo, ellos seguirían
impertérritos su interminable cháchara.
Toni Lastra
Inma Rosello Arnau
ResponderEliminarME ENCANTA.