Elegía a la carrera de los Árboles y Castillos
Quisiera aclarar antes que nada el significado de la
palabra elegía, que los entendidos definen como una composición poética del
género lírico, que expresa sentimientos de tristeza. Admitida por mi parte esa
licencia, perdonen que escriba en prosa para poderles transmitir el supremo
sentimiento de tristeza que causa la muerte.
He esperado en vano que el destino fatal nos reservara
otro final para la carrera de los árboles y castillos que la desaparición, pero,
como dicen los orientales, lo que tiene que suceder, sucede fatalmente. O como
cantara Carlos Gardel en su universal tango Adiós
muchachos: “Adiós muchachos, / ya me voy y me resigno, / contra el destino
nadie la talla”.
Cómo se puede llegar a querer a los
árboles
En el año 2005 andaba con el alma traspuesta, en una
de esas depresiones, que te llevan a transitar por la noche oscura del alma,
sin encontrar esa luz que te redima y te devuelva a tu mundo, con ansias
nuevas. No voy a contarles cómo llegué a aquel estado lastimero, pero una vez más
los sueños me llevaban a pasajes oníricos inconexos; soñaba en blanco y negro,
pero cuando el sueño parecía llevarme a algún lugar que presumía me iba a sacar
del atolladero, indefectiblemente aparecía el glauco lumínico de un valle, que
casi de inmediato desaparecía. No lo haré mas largo, pero coincidente con
aquellos sueños cayó en mis manos, recomendado por mi hijo, un ejemplar de Walden, del escritor, poeta y filósofo
norteamericano Henry David Thoreau. El mensaje de Thoreau fue mi salvación, mi evangelio
particular y decidí, sin nada mejor que reconfortara mi alma, tirarme al monte
en busca de ese verde redentor.
Estábamos al principio del solsticio de verano del año
2005. Dos corredores históricos del comienzo del arerobismo en Valencia, José
Luis Lorente y Toni Lastra, con infinidad de carreras a cuestas, han decidido
ocupar buena parte de sus vacaciones de verano en visitar, fotografiar y
admirar los árboles y arboledas monumentales de la provincia de Valencia.
Lastra ha contado a Lorente la obsesión que le persigue en busca de la verde
luminiscencia de los valles y esos árboles por los que está cada vez mas
cautivado. José Luis, que no tiene el alma soñadora de Lastra, más analítico y
pragmático, decide unirse a su camarada errante en la aventura del verde
perdido; a fin de cuentas, ambos son corredores y entre entrenamientos y
carreras habrán corrido miles de kilómetros juntos.
Al poco tiempo llevan anotados y fotografiados en sus
cuadernos de campo algunos asombrosos ejemplares de coníferas: el pino carrasco
(Pinus halepiensis) de las
Fuentecillas en la comarca de la Plana d’Utiel, el pino rodeno (Pinus Pinaster) de Los dos hermanos en
la comarca de Els Serrans, y un impresionante pino negral (Pinus nigra) de La Yesa, conocido como pino del sombrero, en la
misma comarca de Els Serrans.
Algo imprevisto vino a cambiar nuestra condición de
coleccionistas de prodigios arbóreos, pero iba a tener una trascendencia en
nuestras vidas. Igual que una pareja de alpinistas ante la conquista de una
cima siempre guarda en secreto quién es el que ha hollado primero la cumbre,
nosotros ocultamos de quién salió la idea de transformar la comarca del Camp de
Túria en el escenario de la carrera por equipos y relevos de los árboles y castillos.
Llegados a este punto es imprescindible recordar que once años atrás, en junio
de 1994, tanto Lorente como Lastra participaran en la Carrera de los Castillos
al País de Gales, y desde el subconsciente uno le preguntó al otro: ¿y si
hiciéramos algo así aquí en el Camp de Túria? Naturalmente aquí no tenemos
tantos castillos ni en perfecto estado de revista, pero lo podríamos completar
con los árboles monumentales. Aquello no pasó de ser un diálogo de taberna y, más
atentos a aquel vinillo aloque que nos sirvió el mesonero, la cosa pareció
quedar en el olvido.
Pí de la Bassa
Pero hay cosas, sentimientos y recuerdos nacidos para
perdurar. El prior del monasterio de Portaceli nos concedió licencia a un grupo
de amigos para visitar el monasterio. Se unieron Manolo Vizuete y Paco Borao (el
actual presidente de Correcaminos y de la AIMS). Sobrecogido el espíritu por la
vida de paz, silencio, trabajo y oración de la orden cartujana, regresaron de
nuevo a su pasión por los árboles y visitado y archivado el Pí de la Bassa, el
tótem de la Calderona, deciden aprovechar el tiempo que aún les quedaba para
visitar el Pí del Salt, un carrasco precioso, pero mucho más joven que el de La
Bassa. Pero ningún componente del grupo, que ya nos la dábamos de expertos, sabía
dónde estaba este carrasco solitario. Y fue en Náquera, en la entrada de una
urbanización, donde la suerte nos iba a ser propicia. El azar o el destino
parecían estar con nosotros y le fuimos a preguntar a una señora joven que
salía de un chalet. Aquello fue alentador, era como preguntarle a un marinero
donde está el puerto. Aquella señora era y es Montse Simarro, que no solo les
lleva a las oficinas del Parque de La Calderona, sino que les lleva personalmente
a conocer El Pí del Salt al enterarse del interés de conocer aquel carrasco
solitario, como un mascarón emergiendo de un acantilado de riscos de rodeno.
La verdad es que nadie había pensado en que podría ser
el fin de etapa de una quimérica carrera, pero sonó allí como una verdad
irrefutable. Montse, los demás componentes del Parque y el director Vicente
Diago fueron de verdad nuestros mentores y maestros…
Y allí nació La Carrera de los Árboles y Castillos por
equipos y relevos al Camp de Túria, a imagen y semejanza de la que corrimos en
País de Gales. Durante meses vivimos en la sierra, buscando caminos, sendas y
trochas, como expedicionarios en busca de tesoros ocultos… Mucho antes de la
llegada del solsticio de verano del año 2006 se nos habían unido más valedores
de nuestra idea visionaria: José Plumed, del Jardín Botánico, le puso el rigor
académico a los nombres; él y Montse nos enseñaron a amarlos y defenderlos.
Cuando descendimos de la sierra, con aire montuno, llevábamos en nuestras manos
un proyecto en firme de la primera carrera, y después, el alcalde de L’Eliana,
José María Ángel Batalla, se convirtió en el tutor de la carrera y de su mano
fuimos a visitar al alcalde de Llíria y a la sazón presidente de la Mancomunidad
del Camp de Túria, Manuel Izquierdo Igual. La visión de aquellos dos soñadores
que un día comentó la utopía en una taberna, de una carrera como la de Gales,
comenzaba su camino.
Hoy, sin otras razones que la falta de rentabilidad y
patrocinadores, no busquen en ningún sitio razones conformes de ella: la
Carrera de los Árboles y Castillos ha muerto, los soñadores han sido arrinconados
en los caminos y nadie parece haber escuchado su voz de ayuda, pero consigo
llevarán para siempre su amor por los árboles y por las personas que lograron
el milagro de sus convocatorias, que tendrán en nuestros corazones un eterno e
inolvidable sentimiento de gratitud.
Toni Lastra
Tendremos que hacer algo entre todos para resucitar esta cerrera!!!!!
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