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martes, 12 de junio de 2012

LA COLUMNA DE TONI LASTRA (Cap. 5): EL INSOPORTABLE OLOR DE LA HUMILDAD CORROMPIDA


La Moto y el Sidecar (6)

EL INSOPORTABLE OLOR DE LA HUMILDAD CORROMPIDA

  
Comenzaré por contarles una anécdota atribuida a Don Miguel de Unamuno, al cual le dedicaban un homenaje que presidía su Majestad Alfonso XIII. Cuando comenzó su parlamento Don Miguel dijo: Muchas gracias por este homenaje que tanto me merezco, palabras estas que fueran acogidas por siseos del auditorio. Don Miguel, impertérrito continúo su discurso hasta el final con la naturalidad y maestría que le caracterizaba. Nada mas finalizar el mismo, Don Alfonso le dio la mano y en tono afable le comentó: Don Miguel todos los homenajeados comienzan sus discursos diciendo: muchas gracias por este homenaje que no me merezco. La respuesta del genial filósofo fue inmediata: Es que ellos tienen razón Majestad y añadió: La humildad consiste muchas veces en transigir con la mentira.

Hay una frase que la tengo siempre en mi mente como el corolario del corredor competidor, porque por mucho que filosofemos sobre la carrera a pie solo hay dos formas de correr, correr sin otro motivo de preocupación, correr por correr, o correr por vencer, o correr por ganar que como decía el entrenador de fútbol americano Vince Lombardi: Vencer no es que sea importante, es lo único importante. O por buscar alguien más próximo, Luis Aragonés: Hay que ganar, volver a ganar, siempre ganar.

Por ello, por favor no me hablen de la humildad, no tengo ninguna pretensión de tener una parroquia a mi nombre, ni figurar en el santoral. Cuando competía, los rivales con los que luchaba podían ser mis amigos, pero solo cuando acababa la competencia: En la carrera, el único sentimiento que privaba en mi era vencerlos y por la mayor diferencia posible.

Cierto que era un vanidoso en este aspecto, mis hijos me lo recuerdan constantemente. La vanidad es el algo que arrastra el triunfador, mientras que el perdedor no le queda más remedio que ser humilde. Alguien dijo que la humildad era el pecado de los mediocres. Les contaré un pasaje de mi vida de corredor, que conocen muchos de mis colegas y amigos.

Fue en una de las primeras Maratoninas.  Estábamos más o menos juntos el grupo de los posibles vencedores de nuestra división, y faltarían un par de kilómetros para llegar al Parque Sindical, cuando de improviso nos adelantó un corredor, con el que me unía una buena amistad, pero era evidente que esa posición no era la que le correspondía. Una vez nos rebasó, se volvió hacía mi congestionado como un pulpo hervido, balbuceando una sarta de insultos, pude entenderle que ya tenía ganas de vencerme. Estaba tan sorprendido, que en un principio creía que se trataba de una broma, pero no era tal, su rostro crispado y sus ademanes no daban lugar a otra especulación. Aquel tipo que siempre consideré mi amigo, era mi peor enemigo oculto.

Se marchó como alma que lleva el diablo y me quede tan estupefacto que estuve a punto de retirarme. Me sacó de ese colapso José Román Moreno ¡Vamos a por él Toni!  Y sacando fuerzas de donde no las había y con su ayuda logramos pasarlo a unos diez metros antes de la línea de meta, que él debía considerar el umbral del Reino. No se acercó a darme la mano y se perdió rápidamente entre la multitud. Cometió dos errores, darse por vencedor sin haber cruzado la meta y darse a descubrir como enemigo, porque el mundo de las carreras no se acababa ese domingo.

Es muy difícil de aceptar que el rol del corredor competidor, ve a sus rivales como enemigos. En carrera el que va delante hay que eliminarlo y a ese afán hay que entregarse, pero al finalizar la prueba todo debe quedar olvidado, el competidor vuelve a su personalidad y no recuerda la derrota como un agravio, y se aplica en mejorar, consciente de que de los errores se aprende. No vale el recurso de la humildad, ni en la derrota ni en la victoria, pero aún mucho menos en la derrota, por que no hay peor olor que el de la humildad corrompida. Hay en otros aspectos, en que la humildad es necesaria, como decía Bill Rodgers: Demasiada humildad es como demasiada tarta de manzana, comienza a hacerse pesada.

Para vencer hay que tener fe en tus propias valencias y por lo tanto aceptar sin reservas que la victoria y la derrota son inherentes a la competición.

Steve Prefontaine aseveraba: Que era muy difícil que perdiera en una competición, pues era el que mejor soportaba el dolor. Derek Clayton: La diferencia entre mi record del mundo y tantos otros corredores de categoría mundial consiste en mi fuerza mental. Corría mas creyendo en la mente que en la materia. Tony Sandoval: Al final de una carrera, cuando necesitas algo mas para vencer y tus músculos están sumergidos en un océano de ácido láctico y tu cuerpo te susurra, que ganar no es tan importante, solamente es tu voluntad la que te puede salvar del trance.

Y quizás el ejemplo más alentador del poder de la mente nos lo dio Douglas Wakiihuri, vencedor en el Maratón de Nueva York, en 1990. Wakiihuri, nacido en Kenya y entrenado en Japón añadió: Que su forma de correr no podía separarse de su búsqueda de las verdades de la vida.

Créanme, correr es algo tan sencillo, un deporte tan poco técnico, que no es necesario amargarse la vida cuando nos vencen ni envanecerse en las victorias, démonos por satisfechos, porque la providencia nos permita consolarnos con la satisfacción de poder correr todos los días.

Toni Lastra

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