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martes, 21 de agosto de 2012

LA MOTO Y EL SIDECAR. Cap. 11: El Juglar de Liébana

La moto y el sidecar
Lorente y Lastra
(22/08/12)
Capitulo 11

EL JUGLAR DE LIÉBANA

Sería tal vez el verano de 1985. Correcaminos ya se había consolidado como un club de cierto prestigio en la organización de maratones, pero, sobre todo, había recibido el reconocimiento a su vida social y a la atención al corredor, primer mandamiento de la sociedad, y al evidente mensaje que transmitía a cuantos nos visitaban de una amistad sin grietas. De nosotros decía el Mapoma de Mauricio Blanco que éramos una especie de mafia blanca y los catalanes que teníamos un caliu que nos hacía diferentes.
Quienes perviven de aquellos tiempos recuerdan con nostalgia los viajes a los maratones de Budapest, Múnich, Moscú… Todavía no había entrado en el club el ángel malo de la rutina. Nadie se quedaba fuera y todos se sentían alguien. Cada uno asumía el trabajo que él mismo se había asignado o le habían encomendado, sin la menor reserva, y se habían creado con ese ejemplo unas jerarquías que nadie discutía. El dinero no había hecho su aparición y el poder se hallaba repartido entre todos. Como es sabido, el dinero y el poder corrompen y el dinero y el poder absoluto corrompen absolutamente.
Yo me apuntaba a cuantas excursiones programaba Isidro Rey, por aquellos tiempos vicepresidente de Correcaminos, apenas entraba en la elección del viaje, porque yo prefería ir a la Malvarrosa con buenos amigos que al fin del mundo con discordias y rencillas. Parecíamos inmunes a la difamación, la envidias y las murmuraciones.
Un grupo muy emblemático compuesto por Vicente Raga Gabarda, Toni Bonet, Tono Raga, hijo de Vicente Raga, Vicente Moreno y Paco López, todos con sus respectivas mujeres, al que nos unimos la mía y yo, había decidido apostar por las ofertas del turismo rural y dimos con nuestros huesos en Lebeña (Cantabria). El programa del viaje no podía ser mas atractivo: entrenamientos en la montaña, excursiones, tertulias, buena comida y paseos por la tarde por aquel bello lugar, todo ello aderezado con el aroma que desprende la verdadera amistad.

Lebeña y su iglesia mozárabe

Lebeña es una localidad del municipio de Cillorigo de Liébana, en la Comarca de Liébana. Es un pueblo pequeño, con no más de 100 habitantes, pero engrandecen su nombre dos joyas: la arquitectura mozárabe de su Iglesia de Santa María y un tejo singular, a lo que añadiría el regalo de estar regado en sus riberas por un Deva cristalino y rumoroso, recién salido del desfiladero de la Hermida, con sus profundas gargantas de piedra caliza que alcanzan mas de 600 metros de profundidad. De su magnitud dijo Benito Pérez Galdós irónicamente que más que gargantas, había que llamarle esófagos.

El cartero de Lebeña
Bueno, vayamos ya al protagonista de este artículo. Por las tardes, después de la obligada siesta para recuperarnos de las duras carreras matinales, solíamos dar un prolongado paseo por los aledaños de Lebeña y nos llamaba la atención que, en el umbral del portal de todas sus casas, campeaba siempre un escudo. Comentábamos sobre ello, dando cada uno su particular versión, cuando oímos una voz que salía de un jardín de hermosas hortensias que amablemente nos invitaba a darnos una explicación, si es que estábamos interesados. Al rato nos sentábamos en casa del cartero de Lebeña degustando una deliciosa merienda, que daba buen crédito a la hospitalidad montañesa. Se presentó como Herminio Señas Santobeña y pausadamente fue desgranando su vida. No aprendió a leer y escribir hasta muy entrado de edad, gracias a la dedicación de un tío suyo, pero era evidente que aquel hombre poseía una cultura poco común.
De joven había sido pastor y pasaba con el ganado meses en los apriscos de la alta montaña. Se había hecho construir una ventana en su habitación desde la que divisaba las cumbres donde ejerció el pastoreo. Nosotros le contábamos nuestras aventuras maratonianas, con alguna que otra exageración. Escribía poesía con una métrica muy estudiada. Incluso nos improviso o vino al caso un cuarteto, viendo nuestro espíritu inquieto, que aún recuerdo:

Porque lo quiso el destino
Siempre vas corriendo en pos;
Haz un alto en el camino
Y verás grandezas de Dios.

Estuvimos hasta bien entrada la tarde hablando de diversos temas y recuerdo que, cuando tomaba la palabra Herminio, un respetuoso silencio se guardaba. Nos contó que era el cartero de Lebeña y se extendió en profundidad sobre la Iglesia y el hermoso tejo de un porte majestuoso que crecía junto a ella.
Tal como nos prometimos en la despedida, durante algún tiempo nos carteamos con él e incluso le enviamos diversas revistas del club. luego la distancia nos llevó al olvido. Error por nuestra parte, pues nos perdimos la gran trayectoria de Herminio Señas, que llegó a ser conocido como el juglar de Liébana.

Regreso a Lebeña
Hace unas semanas mi familia programó un viaje al norte de España en cuyo recorrido figuraba Lebeña y de inmediato me integré. Pero conforme nos íbamos acercando, los recuerdos del pasado me conmovieron. Más de un cuarto de siglo era mucho tiempo para preguntarse qué podría haber cambiado.
Alguien me avisó: ¡Ahí esta Lebeña con su iglesia! Me dirigí hacia la Iglesia, prendida el alma de emoción, el tejo monumental que conocí no estaba y en su lugar tan sólo quedaban unas ramas relictas de la gloriosa fronda que tuvo.

Entré a la Iglesia para inquirir del pastor y cartero y la guardesa me dijo que había muerto, pero si quería mas información, su nieto Sergio estaba en un chiringuito cercano y con mucho gusto me la proporcionaría.
Sergio me dijo que había muerto a los noventa y cinco años y que su sepultura la reconocería de inmediato, pues hacía poco mas de un año que había faltado. “¿Puedo visitarla?” “Si lo hace con respeto, no hay inconveniente.”
Allí estaba la sepultura, señalada con una hermosa cruz blanca de brazos cilíndricos. Permanecí en pie junto a ella y regresé con mi familia que me esperaba impaciente. “¿Cómo has tardado tanto?”
“Estaba rezando una oración por un viejo amigo.”
“Tú no eres creyente.”
“Si hablar en silencio con tus amigos muertos es rezar, efectivamente estaba rezando.”
Lamenté en ese momento no haber continuado nuestra relación con Herminio, un gran hombre. Deberíamos, tal como dijo, hacer un alto en el camino. Algo que ya no tiene remedio.

Toni Lastra

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